martes, 20 de marzo de 2012

René entre los suyos




Este martes Cuba recibió la noticia con una mezcla de alegría, alivio e inconformidad: René González tenía la autorización de la jueza Joan Lenard, de la Corte para el Distrito Sur de Florida, para visitar en nuestra Patria a su hermano gravemente enfermo.

Con alegría porque René llegará a casa, donde junto a los suyos recibirá y reciprocará cariño. Porque acompañará a su incansable hermano y le dará fuerzas para luchar por la vida. Porque abrazará a su amada Olguita, lejos del odio que les ha separado durante 13 años. Porque como de sus padres, sus hijas, y el resto de la familia, recibirá de su pueblo las más sinceras y conmovidas muestras de afecto y agradecimiento por cuanto le debemos a él y a sus hermanos Antonio, Gerardo, Ramón y Fernando. De algún modo, a pesar de la circunstancia difícil que determina su vuelta temporal, René respirará aliviado las esencias de su tierra y nunca se sentirá solo. Con él, todos nosotros.

Con inconformidad porque René deberá volver a los Estados Unidos transcurridos quince días para cumplir las presiones de una “libertad supervisada”, de una libertad que no es libertad. Más bien una condena adicional a los 13 años tras rejas de hierro que fueron trastocadas por otras moldeadas con ensañamiento y odio visceral.

Inconformidad porque su hermano Roberto, que bien sabe de leyes y de batallas por la verdad, merece el acompañamiento de su “brother”. Porque Irma, la fuerte madre, necesita compensar dolores ante los embates de la vida, y lo haría mejor con la cercanía de su vástago primogénito. Porque Olguita, Ivette e Irmita necesitan allí en la sala, la cocina o el cuarto el olor del hombre que las adora. Porque René es Cuba y ella será por siempre de nosotros, los cubanos.

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