Dice un viejo refrán: "No hay mal que por bien no venga". Sentencia popular que lastimosamente pudiéramos aplicar en alguna medida, al caso de Haití. Y, ojalá esta empobrecida nación caribeña jamás hubiera ocupado los titulares de prensa por un fenómeno tan destructivo como un terremoto, sin embargo tan desolador panorama ha compulsado más, la voluntad política de los gobiernos de la región.
Unos, como Cuba y Venezuela, brindaron de manera inmediata y concreta su ayuda solidaria, sobre todo en el campo de la salud pues la contingencia de carácter humano así lo dictaba. Sin embaro, la reconstrucción de Haití, necesita más colaboración unida, centrada en objetivos específicos que vislumbren la edificación estructural y social de ese país con ricas tradiciones culturales e históricas. Por eso, el rápido actuar de unos no era suficiente donde el sismo del 12 de enero dejó más de 240 mil muertos y un millón de personas sin hogar.
La necesidad de unidad conllevó, no sólo para el caso Haití, a la realización de la Cumbre de la Unidad Latinoamericana del Grupo de Río, que dio nacimiento al la “Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños”, un nuevo organismo en el que no se integran Estados Unidos ni Canadá. Cita que, como explicaremos más adelante, tuvo sus antecedentes en Contadora.
En sus sesiones el presidente de México, Enrique Calderón anunció que además de la ayuda en equipos de rescate, asistencia médica y humanitaria, se acordó hacer llegar 25 millones de dólares al gobierno haitiano, no obstante varios gobiernos alertaron que Haití necesita refundar al país y contar con programas a largo plazo como el propuesto por la Alianza Bolivariana para los Pueblos de nuestra América (ALBA) con el fin de desarrollar el sistema de salud.
El Presidente cubano, Raúl Castro, por su parte, ratificó la disposición de Cuba y el imperativo de trabajar juntos, con la autonomía política que debe prevalecer en las 33 naciones de la región.
Igualmente, los mandatarios aprobaron pronunciamientos en contra del bloqueo de Estados Unidos a Cuba; el conflicto de las Malvinas entre Argentina y el Reino Unido; así como otro de respaldo a Ecuador, luego de que su presidente, Rafael Correa, denunció que un organismo internacional incluyó a su país en una lista de naciones que lavan dinero con fines terroristas.
El brasileño Lula criticó a la ONU porque su integración al seno de este organismo sólo responde a los intereses de los miembros del Consejo de Seguridad, y eso no abona a solucionar conflictos como el de Argentina-Reino Unido.
Dos jornadas en las que la dignidad de los pueblos americanos creció ante los ojos del mundo, aún con el dolor de siglos de explotación, saqueo, pobreza, conflictos y hasta ensañamiento de la naturaleza en países como Haití.
Antecedentes de la Cumbre de la Unidad Latinoamericana
La Cumbre de la Unidad Latinoamericana y Caribeña, tuvo su origen en 1983, cuando se creo el mecanismo de Contadora para resolver la crisis centroamericana. El actual mecanismo de concertación política de la región tuvo como países fundadores a Colombia, México, Panamá y Venezuela, en un empeño de unidad para poner fin a los conflictos armados que se sucedieron en aquellos años en El Salvador, Nicaragua y Guatemala.
Contadora, nombre de la isla panameña donde se reunió por primera vez ese cuarteto de naciones, unificó empeños para reconocer la naciente Revolución Sandinista en Nicaragua, que Washington se negó a reconocer.
Aunque el grupo finalmente no alcanzó su propósito de concretar una paz aceptable para todas las partes, creó determinadas bases para la futura integración latinoamericanista, al margen de la OEA, tutelada por Estados Unidos.
Los avances concertados en la época, conocidos como Acuerdos de Paz de Esquipulas (I y II) Guatemala, estuvieron de alguna manera -al decir de analistas en problemas del istmo centroamericano- entre sus mejores logros.
Más tarde, en 1986, ese instrumento de negociaciones sumó otros cuatro países y comenzó a denominársele Grupo de los Ocho.
Entonces extendió su radio de acción a otros problemas regionales, como fue el apoyo a Argentina en sus reclamos de soberanía sobre las Islas Malvinas, ocupadas por Gran Bretaña.
Al reunirse en Brasil dos años después, adoptó la denominación de Grupo de Río, donde se amplio nuevamente para quedar conformado por 22 naciones del área.
Ya con ese alcance, el Grupo de Río dio otro paso hacia la Unión de sus fuerzas con la Comunidad del Caribe (CARICOM), a su vez integrado por 15 países miembros plenos de la subregión, así como otros cinco asociados y siete observadores.
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