jueves, 18 de febrero de 2010

Un día en el quirófano, no de médico; de periodista.







Si algo agradezco a mi profesión de periodista es la posibilidad del conocimiento; no sólo teórico sino práctico, palpable.
En varias oportunidades, por esta misma razón, he estado en un salón de operaciones reportando algún hecho significativo del quehacer científico en la esfera de la medicina, pero nunca como en días recientes la oportunidad se multiplicó por siete horas consecutivas.
Filmábamos entonces la primera cirugía en Camagüey, de un tumor en la hipófisis mediante el método endoscópico por vía trasnasal, la cual sustituía la intervención quirúrgica tradicional (craneotomía).
Acostumbrada como en ocasiones anteriores a cirugías relativamente rápidas, no aquilaté desde un primer momento la complejidad de la misma, ni la paciencia, resistencia, y precisión de los neurocirujanos, quienes finalmente y sin tomar el más mínimo descanso, la culminaron con éxito para que hoy la joven Ariannis Carballo, de 30 años de edad disfute de su vida en el municipio de Florida.
Pero, además de la noticia en sí, aquellas siete horas en las que con manos de orfebres los neurocirujanos Denis y Misael llegaban hasta la glándula endocrina y extraían la tumoración, me permitieron merodear, más bien husmear en los 9 salones de la Unidad Quirúrgica del hospital universitario "Manuel Ascunce" de Camagüey.
La observación, sobrecogedora en ocasiones, me permite hoy recordar, por ejemplo, la atención dolorosa a un niño víctima de un accidente doméstico con fuego, una operación de tobillo, otra de próstata, la de un prolapso vaginal y hasta aquella que originó más de un comentario picante entre mi equipo de prensa y algún personal asistente de los médicos: el implante en un pene con el fin de que el hombre pudiera recobrar su virilidad. Todas, costosas cirugías que a ninguno de, para mí, anónimos pacientes le costarían un centavo. Horas en las que cirujanos, anestesiólogos, enfermeras, radiólogos, ortopédicos, urólogos...olvidaron las complejidades y preocupaciones de sus vidas para ocuparse y preocuparse por esa mujer, hombre, niño, anciana o anciano que confíaron en ellos como en nadie. Fueron los instantes -más bien horas- en que la familia mientras esperaba ponía todas las esperanzas de mejoría o salvación en casi siempre personas desconocidas, pero que saben capaces de dominar la técnica porque el saber , la ética médica y el compromiso son sus esencias.
Aquel día cuando trasmití mi noticia me quedó la insatisfacción por no contarlo todo por el apremio del tiempo televisivo, pero después no importó. Crecí como ser humano cuando desde la óptica de observadora fui el testigo del debate diario por la vida desde aquellos quirófanos.

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