lunes, 10 de diciembre de 2012

Los derechos humanos en la “otra Cuba”

Por Iroel Sánchez Espinosa


“(…) Nosotros, los cubanos, podemos sentirnos orgullosos de una Revolución que surge al mundo sin ansias de dominio, sin propósito de explotación, ni de dominación de otro pueblo, sino que nace al mundo como ejemplo, con una aspiración de justicia, de justicia amplia, de justicia honda, dentro del más extraordinario sistema de respeto a las libertades humanas que ha conocido el mundo.

Fidel Castro Ruz
Mucho se habla en algunos escenarios sobre los derechos humanos en Cuba. Incluso, se ha convertido en lugar común reconocer el disfrute en la Isla de los derechos sociales y económicos —especialmente el acceso a la salud y la educación— para acto seguido declarar que los ciudadanos cubanos no disfrutan de derechos políticos.

Cierto que Cuba sobresale en el cumplimiento de los derechos económicos, sociales y culturales. Fue  el primer país en declararse libre de analfabetismo y su contribución a eliminarlo en otros países ha sido reconocida por la ONU. La tasa de mortalidad infantil en Cuba es la más baja de América, por debajo de Estados Unidos y Canadá, y la UNICEF la ha declarado único país de América Latina sin desnutrición infantil. Su índice de Desarrollo Humano está por delante del que registran la mayoría de los países latinoamericanos y en desempeño ambiental se coloca entre las primeras diez naciones del mundo.

En cuanto a violaciones de los derechos humanos, analistas afirman que la situación de la Isla no es comparable con la de países donde se suele acusar a Cuba, como los europeos, sobre los que Amnistía Internacional ha publicado numerosos informes que los grandes medios de comunicación suelen silenciar.

Pero son las noticias sobre la libertad de expresión, o más bien su ausencia, las que más aparecen cuando se habla de derechos humanos en Cuba, sobre todo asociadas a denuncias de personas vinculadas a los más de veinte millones de dólares anuales que Estados Unidos destina para un “cambio de régimen” en la Isla.

Sin embargo, una experiencia reciente puede ilustrar la manera en que entienden esos individuos la libertad de expresión. Durante un panel abierto al público del espacio Último jueves, organizado por la revista Temas acerca de Internet y los movimientos sociales, uno de ellos intervino con total libertad para expresar la incompatibilidad de un debate sobre la red de redes con el hecho de que en Cuba se penalizaba la diferencia, algo que le fue rebatido en un clima de civilidad y respeto por varios de los participantes. Poco después, dotados de la tecnología que  Estados Unidos suministra a sus amigos en la Isla, los partidarios de la “otra Cuba” subieron a YouTube su versión en video de lo ocurrido en el referido espacio, eliminando cualquier punto de vista opuesto a sus concepciones.

Quizá sea posible entender así cómo sería la “otra Cuba” que estas personas preconizan bajo el llamado Plan Bush —aún vigente en la administración Obama— que les ha destinado los cuantiosos fondos y la tecnología para su desempeño y que incluye el desmontaje en una “Cuba post Castro” de todos los derechos sociales conquistados por los cubanos.

Entonces ya no serían los vecinos los que nominarían los candidatos en las elecciones cubanas, donde ninguna de estas personas ha podido jamás ganar una circunscripción, sino las maquinarias políticas financiadas y construidas por Washington a su imagen y semejanza. Sí, sería “otra Cuba” pero sin derechos para los cubanos.

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