sábado, 28 de enero de 2012

Martí, la prensa y sus lecciones

Cuando el mundo moderno se debate en no pocas teorías sobre el periodismo, su valor social, vigencia y grandes poderes mediáticos, vuelvo a las enseñanzas de José Martí; quien apenas con 16 años, en 1869 junto a su entrañable amigo Fermín Valdés Domínguez, publicó el Diablo Cojuelo, un diario de un solo número que contó con un editorial escrito por el Héroe Nacional de Cuba, y algunas notas de pura sátira sobre acontecimientos de la época. Desde entonces sus pasos en el periodismo comenzaron a ser tan sólidos como sus ideas.

A juicio de Cintio Vitier, estudioso de la vida y obra del Apóstol, el periodismo fue el principal vehículo del pensamiento martiano: un periodismo convertido por él en análisis, advertencia, poesía, visión. (…) Se trocó el periodismo bajo su pluma, en método de conocimiento de lo real y lo posible. Hizo cátedra de la noticia; laboratorio, del suceso; de lo efímero, poema; extrajo de lo sucesivo, leyes. (…) Realizó un periodismo tan poemático como científico, es decir, exploratorio, en el que no faltan los tanteos, las hipótesis y conjeturas desechadas o confirmadas, propias de la investigación aliada a los riesgos del pronóstico. Si a la postre acertó siempre, fue por un acierto previo: el de los principios éticos en que fundó su vida.

Y comprendemos mejor todas esas valoraciones cuando leemos lo que el propio Martí aconsejaba sobre la práctica del periodismo y el deber de quien lo ejerce.

Decir lo que a todos conviene. Y no dejar de decir nada que a alguien pueda convenir. Que todos encuentren en el diario lo que puedan necesitar saber. Y decirlo con un lenguaje especial para cada especie: escribiendo en todos los géneros (…). El periódico debe estar siempre como los correos antiguos, con el caballo enjaezado, la fusta en la mano, y la espuela en el tacón. Al menor accidente debe saltar sobre la silla, sacudir la fusta, y echar a escape el caballo para salir pronto y que nadie llegue antes que él.

Tanto para periodistas avezados como bisoños las lecciones de Martí resultan útiles; necesarias guías en un mundo donde se enseñorea la mentira, la injusticia y el egoísmo. Por eso me resulta muy conveniente recordar, por último, estas advertencias martianas sobre el periodismo.

Debe desobedecer los apetitos del bien personal, y atender imparcialmente al bien público. Debe ser coqueta para seducir, catedrático para explicar, filósofo para mejorar, pilluelo para penetrar, guerrero para combatir. Debe ser útil, sano, elegante, oportuno, saliente. En cada artículo debe verse la mano enguantada que lo escribe, y los labios sin mancha que lo dictan.

Sólo nos queda continuar aprendiendo.

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