Por María del Carmen Fuentes
Creen que todos los jóvenes cubanos añoran abandonar su país y desdeñar sus raíces. Creen que ellos no sienten de verdad por la tierra en la que nacieron, pobres, pero dignos. Creen que los artistas e intelectuales son apolíticos y reacios a todo cuanto huela a Revolución, Socialismo, ideales y principios. Creen que todo puede subvertirse por unos cuántos dólares sin importar el compromiso ético del arte con la sociedad. Creen que en Cuba –porque algún puñado claudica y se rinde por el hambre del dinero- pueden manipular como marionetas a cualquiera para dañar a su propia gente. Todo eso, y más, creen los imperialistas de este país que se resiste a los engaños, a las mentiras.
Y así lo creyeron de los intelectuales. Los “personajillos” de la Oficina de Intereses trataron de de aprovecharse de la necesidad de promoción de un grupo de jóvenes artistas aglutinados en un proyecto cultural para divulgar su obra plástica, según testimonió Frank Carlos Vázquez, el agente Robin de la Seguridad del Estado cubano en el nuevo documental que ha transmitido este lunes la Televisión Cubana.
Pero, otra vez el tiro fue fallido o les salió por la culata, como dice el viejo refrán popular. Desacreditados, desenmascarados están nuevamente en la palestra pública. En “Mentiras bien pagadas”, el más reciente material de la serie Las Razones de Cuba, Frank Carlos, demuestra cuáles son las verdaderas intenciones de los “inquilinos” de esta Oficina que sólo gestiona subversión y azuza ánimos de revueltas y agresiones contra nuestro gobierno revolucionario.
Si los millones que se gastan financiando organizaciones, enviando libros, revistas, materiales audiovisuales, medios electrónicos de última tecnología para fabricar, como en este caso, desde el arte una oposición, lo destinara la administración de Obama para verdaderos encuentros culturales entre los artistas de ambos países, sin lidiar de por medio la política de chantajes y presiones, serían plausibles sus esfuerzos, y no quedaría al desnudo su burda manera de intentar socavar los pilares ideológicos de una nación como Cuba.
Jóvenes como Frank Carlos son sólo un ejemplo de los muchos que desde la mirada revolucionaria, inquieta, aguda y bella del arte no edulcoran la realidad de su país pero tampoco le anulan sus valores porque quieren su perfeccionamiento por el bien común. En ellos los zarpazos yanquis no encontrarán asideros porque muchos, muchos, no pudieran hacer hoy del arte la razón de sus vidas sin la existencia misma de esta Revolución.
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