Afganistán y todos los niños invisibles.
Por Sheyla Valladares.
El líder afgano Hamid Karzai acusó el martes, con diez años de atraso, a la OTAN de actuar como una “fuerza de ocupación” por los bombardeos contra civiles, que causaron la muerte el sábado último, a 12 niños en la provincia de Helmand, considerada una de las áreas de mayor influencia del movimiento insurgente talibán y por lo tanto una zona donde la Fuerza Internacional de Asistencia a la Seguridad (ISAF) actúa regularmente.
Estas muertes reafirman la revelación hecha hace algunos días por la Afghan Rights Monitor (ARM) de que 739 niños han perdido la vida en lo que va de año en Afganistán, como resultado del conflicto bélico que dura una década y en el que dos de cada tres víctimas mortales son menores de edad.
La población civil afgana ha sido sistemáticamente diezmada desde que comenzó en este país en el 2001, la cruzada contra el terrorismo encabezada por Estados Unidos y las fuerzas de la OTAN. Las matanzas de civiles en el 2010 ascendieron a 2.777, un aumento del 15% respecto a 2009.
Cuando ocurre un hecho como el del sábado último el líder afgano acostumbra a lanzar “advertencias” contra las acciones de las fuerzas de la Alianza, a las que esta invariablemente responde con “sinceras disculpas” por los daños colaterales, pero dejando muy claro, como sucedió en esta última ocasión, que los bombardeos, donde pueden morir muchos pequeños y de hecho mueren, siguen siendo necesarios.
La OTAN también ha puesto como pretexto el momento que vive Afganistán, en el que las fuerzas afganas asumen paulatinamente la responsabilidad de la seguridad en el territorio como parte de un proceso que debe completarse a finales del 2014. Por lo tanto cualquier respuesta ante las acciones de la insurgencia tiene que considerarse como válida, aunque en ellas pierda la vida aproximadamente un millar de niños cada año.
Las fuerzas extranjeras se están esforzando para hacer el mejor trabajo posible, a fin de que sus colegas afganos tomen buena cuenta de ello. Por eso seguirán, tal como lo han planteado, el modus operandi habitual, las incursiones nocturnas y los bombardeos a hogares civiles para neutralizar las posiciones de la insurgencia, cuyo resultado más visible son un gran número de bajas civiles y detenciones, que en la mayoría de los casos no proceden por no contar con pruebas fehacientes.
Y está comprobado que cuando ocurre una matanza sin sentido como la de este sábado resurge la cólera popular, o lo que es lo mismo, el número de bombas colocadas al borde de los caminos y disminuye la proporción de bombas entregadas por la población a las fuerzas de la seguridad extranjeras.
A pesar de la indignación tardía de Karzai y legítima del pueblo afgano, principal víctima de este conflicto, este 1 de junio, día internacional de la infancia, los niños siguen jugando, si es que acaso lo hacen, en uno de los medio ambientes más contaminados por minas terrestres y restos de explosivos de guerra, donde más de 5 millones no pueden acceder a la educación, y son cada vez más vulnerables a la enfermedad y la desnutrición.
Las partes involucradas en el conflicto bélico, tome el tiempo que tome zanjarlo, que no parece ser muy pronto, deberán ejecutar medidas eficaces para garantizar la seguridad y protección de los menores, para que no sigan constando en las listas de las bajas como simples números que indiquen los resultados de los incursiones armadas.
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