El análisis publicado por el colega camagüeyano Lucilo Tejera Díaz, de la AIN, bien vale la pena su reproducción para que algunos no se engañen y abran bien los ojos a la realidad de las consecuencias del bloqueo norteamericano a nuestro país. Este no es el cuento de la Caperucita roja...
El tortuoso comercio de Estados Unidos a Cuba
En las últimas semanas, a propósito del debate el pasado mes en la ONU sobre la necesidad de eliminar el bloqueo impuesto por Estados Unidos a Cuba desde hace 47 años, salió a relucir el tortuoso comercio unilateral de la nación norteña a la antillana.
El canciller cubano Bruno Rodríguez, al hablar ante la Asamblea General del organismo internacional, reconoció que Cuba adquiere importantes volúmenes de producciones agrícolas en los Estados Unidos, pero de ahí a que ese país sea un “socio comercial” va un buen trecho.
La aclaración era preciso hacerla, porque funcionarios del gobierno y medios de prensa norteamericanos (y de otros lugares también) insisten en los últimos tiempos en resaltar la relevancia de Estados Unidos en la venta de alimentos a Cuba y lo sitúan entre los primeros “socios comerciales” ignorando voluntariamente la realidad.
Desde el 2001 la administración estadounidense autorizó el comercio unilateral de agroalimentos a la nación caribeña, lo cual no fue ni por asomo una flexibilización del bloqueo por las condiciones tan duras para la parte cubana.
La compañía de Estados Unidos que quiera vender a Cuba debe primero solicitar y tener autorización del Departamento del Tesoro para viajar a La Habana a fin de contactar el negocio, y una vez acordado pedir al Departamento de Comercio la aprobación para llevarlo adelante.
Los agroalimentos sólo pueden ser transportados por barcos que operen bajo licencia de Estados Unidos y regresar en lastre (sin carga) porque el bloqueo no permite el intercambio, es decir, ventas desde Cuba, y además buque de otra bandera que toque puerto de la Isla no puede entrar a la nación norteña en 180 días.
Bien lejos de las prácticas internacionales que señalan el otorgamiento de créditos, Cuba debe pagar en efectivo y por adelantado, de lo contrario no se completa la transacción.
Ahora bien, ¿cómo se realiza este pago?
La operación necesita de una carta de crédito de banco cubano a uno europeo, y de este, que requiere de la autorización del Departamento del Tesoro, a una sucursal suya en Estados Unidos que a su vez lo pasa al del empresario vendedor, lo cual implica más gastos para Cuba y riesgos de errores en la tramitación de la documentación.
Encima de este “largo y tortuoso camino”, las licencias pueden ser revocadas por el gobierno estadounidense en cualquier momento, dejando en el aire el negocio y al país antillano en difíciles condiciones porque tendría entonces que empezar gestiones de urgencia para asegurar el alimento a su población.
Pero una vez cargado el barco y en camino a Cuba, donde estará en unas horas, todavía puede tener un impedimento más.
En una medida cínica, la administración estadounidense autorizó a su guardia costera a detener e inspeccionar en alta mar a esos buques, aduciendo que la nación de destino no posee confiabilidad en cuanto a evitar actos terroristas.
A raíz de las limitaciones financieras de Cuba por el impacto de la crisis mundial, que llevó a una disminución de sus exportaciones y por tanto reducción en los ingresos, medios de prensa de Estados Unidos e internacionales (que por cierto Cuba parece ser para ellos el único país en el planeta con esta situación) insisten en la baja este año del comercio en una sola dirección.
Pero la verdad es que si bien en los primeros tiempos tuvo un crecimiento sostenido, desde 2006 resulta evidente un descenso por las trabas y dificultades impuestas por el gobierno norteamericano para completar cualquier arreglo con grandes compañías, pues las pequeñas y medianas no pueden enfrentar las complejidades del proceso.
Con semejantes realidades es totalmente inviable aumentar ese tipo de comercio, si se le quiere llamar así a esta práctica, aunque la lógica indique que debía ser lo contrario.
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